Qué miedo pensar que nunca conoceré tu voz real, que siempre nos quedaremos estancados en este idioma intermedio, global, que pretend...

Foreigners

17:53 Aynoa Morán 0 Comments


Qué miedo pensar que nunca conoceré tu voz real, que siempre nos quedaremos estancados en este idioma intermedio, global, que pretende convertir el mundo en una sola masa. ¿Qué pasa si cuando me hablas en ese idioma complejo que te manejas desde la cuna, no me gusta el tono, todavía oculto, de tu original voz? ¿y si no aguanto tus expresiones, o tú las mías? ¿o las condenadas jergas, de las que no me escapo ni estando miles de kilómetros lejos de la madre patria? 
Pero no soy yo sin estos modismos, sin las onomatopeyas, sin las palabras tontas inventadas por la gente que suda mares en mi país natal, no soy yo sin las muletillas, sin las cosas que no comprende nadie más que mis semejantes allá a lo lejos. 
Y si no soy yo, y tú, evidentemente, no eres tú, entonces ¿quiénes somos?
Somos dos, somos cuatro.
Te dejo solo en la sala, me asomo desde la cocina y ahí está ese otro, lo veo mover las manos de manera irregular, cogerse el pelo, mover los labios, parlotear algo incomprensible. Carismático, muestra más los dientes que tú y con aparente ahínco. Vuelvo la mirada a lo que me compete y haciendo como si nada hubiese pasado camino hacia él. Te encuentro a ti y tu a mí, no hay rastro de quien sea que atisbé desde la puerta de la cocina. 
Ayer al pernoctar soñé con él y me levanté empapada. Me desperté junto a ti, pero al verte soñar lo vi a él, a los dos, por fin juntos: tu nariz larga, irregular, ese remolino de barba, las cejas infinitas y los labios diminutos. Su ceño fruncido y sus ronquidos, que claro está, sonaban a esa lengua que tanto nos separa.
Lo sentí a él abrir los ojos, hiciste en seguida el ademán de hablar, pero antes de que tú pudieras salir, le tapé con un dedo la boca.
Te sentí enojado esta mañana, sabías que había estado con él esa noche, nos besamos a secas y entre uno o dos comentarios nos despedimos para empezar la faena. Ambos celosos de nosotros mismos volvimos a la realidad, a esas palabras ajenas que no nos dejan ser. ¿Cómo pelear, gritarte y mandarte a la punta de un cuerno, si tal vez no sepas de qué cuerno hablo o tal vez ni logres entender de qué va tanto griterío? 
Una noche, dos, tres, esto se va haciendo costumbre, a regañadientes, del otro lado ya aprendimos a lidiar. Como desesperados esperamos a las madrugadas para dejarnos llevar. Gritos, susurros, gemidos en varias lenguas y sin darnos cuenta empezamos a entender y descifrar dialecto, todo se comienza a mezclar. 
Tal vez algún día llegaremos a ser solo los dos, pero por ahora tocará encontrarnos a escondidas, a la hora en la que todos callan, esa que nosotros escogimos para empezar a hablar entre las sábanas.

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