Kamikaze
Siempre pienso que mi cabeza es un laberinto; me tranquilizo
creyendo que todo laberinto tiene una salida, que solo tienes que saber
guiarte, confiar en tus instintos y podrás descifrarlo para alcanzar la
libertad. Luego me doy cuenta que tal vez no es un laberinto, tal vez solo está
en modo “espejismo”, uno que te sigue vendiendo que algún momento alcanzarás
eso que tanto añoras, pero muy al fondo sabes que realmente no hay forma de que
pase y seguirás luchando por llegar a ese paraíso que no existe. Regreso a la
teoría del laberinto, que luce más atractiva y me da un poco más de esperanzas
para seguir adelante; en seguida me fijo que mi mente, muy audaz se ha encargado de que el laberinto
esté en continua construcción, evolucionando la dificultad para encontrar la
salida, lo que hace que la hipótesis del espejismo vuelva a aparecer y a no
sonar tan orate como parecía.
Es entonces cuando me doy cuenta (o creo darme cuenta), que lo que
pasa es que mi mente no es mi mente, es la mente de un kamikaze que busca
repetidamente formas de auto mutilarse, para dejar este mundo de una manera
heroica o por lo menos memorable. Solo basta que de cierta manera alcance un
estado de paz, para que entre en alerta y vuelva a crear un sentimiento de auto
destrucción, que lleve todo al borde de una nueva crisis.
Y es que el estado de crisis puede llegar a ser tan placentero; te
sumerge, te ahoga, te envuelve y cuando intentas salir te encuentra y te
seduce.
Siempre pienso que mi cabeza es un laberinto, luego me acuerdo de
lo complicado que es pensar en eso y prefiero evadir el tema y seguir
discutiendo sobre alguna cosa sin sentido en el mundo real.
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