Solecito en la piel Siempre me he considerado una persona fuerte, feliz y espontánea, de esas que le pone corazón a todo. Siempre he preferi...

Mañana es mejor

5:37 Aynoa Morán 0 Comments

Solecito en la piel

Siempre me he considerado una persona fuerte, feliz y espontánea, de esas que le pone corazón a todo. Siempre he preferido saltar a caminar, porque amo esa sensación de estar un segundo en el aire, esa pequeña posibilidad de levitar o volar.


Me gusta emocionarme por las pequeñas cosas; la sensación del sol en la piel fría, comprarme un pan (o dos) y sentarme en un banquito a comerlo mientras lo remojo en un café que compré para llevar, escuchar lo que dice mi papi justo antes de que cuelgue la llamada, simplemente porque no se da cuenta de que se olvidó presionar “colgar”, escribir a mano con plumas de punta gruesa, sobre papeles blancos o de líneas, pero de las que tienen mucho espacio entre ellas o comerme todo un bucket de canguil (palomitas) viendo cualquier peli (o al practicar la lloración).


Canguil for the soul

Este año se me ha venido haciendo más complicado poder disfrutar estas cosillas que me hacen sonreír, porque me he entregado un poco al trajín de la vida adulta y sus obstáculos que a veces parecieran ya ser parte del panorama. Es entonces que veo hacia atrás y me doy cuenta de que hace mucho que no me siento a hacer nada, o que ya no he dedicado los domingos a ponerme mascarillas de un euro que juro que me están ayudando a cuidar mi cara. De golpe me entra una nostalgia rara, una que añora esa época que desde este punto se ve como una que fue mejor. Pero, ¿es realmente así?

 

No lo sé Rick.

 

Hoy quiero hablar de eso, porque llevo meses con la idea de querer volver a un lugar que ya ni sé cuál es y ese deseo de retorno me ha tenido en una constante inconformidad de mi presente. Hace unos meses empecé a definir la adultez como un eterno estado de “esperar a que lo malo pase” y poco a poco adopté ese modo de pensar, sin darme cuenta de que me iba a afectar mucho, que me iba a alejar de mi versión más feliz. Por felicidad no me refiero a ese modo aletargado y de sonrisas forzadas, sino de esa Aynoa que disfrutaba de esas pequeñas cosas, la motivada, la saltarina, la musical. 

 

Quiero hablar de esto, no solo por mí, sino porque sé que somos muchos los que nos hemos encontrado ahí y creo que es importante que sepamos que, aunque con el tiempo las cosas mejoren, el verdadero cambio/mejora vendrá solo con la acción. En mi caso, la acción que tomo yo hoy es estar acá, y por fin volver a escribir sobre lo que llevo dentro ya sea en forma de historias, o escribiendo en general. Porque de todas esas satisfacciones chiquitas, escribir es mi favorita y era algo que lamentablemente también había puesto en pausa. Escribir sobre lo que se siente duele, y estaba un poco huyendo de ese dolorcito. Me cansé un poco de tanta huida y decido volverme sentar.

 

Aunque aún sienta que la vida pesa y que me lleva lenta, estoy aprendiendo a avanzar de esta manera, a dejar de ser tan dura conmigo misma y a entender que lo que importa es lo que tengo y lo que hago hoy. Qué hago para motivarme, para sentirme mejor, qué hago para quererme a mí y el momento en el que estoy. Detenerse de verdad a pensar, en esas cosas que están ahí, que nos ayudan a avanzar. Es muy importante tratar de no abandonar esas cosas que identifiquemos como felicidad, que balanceemos la vida con ellas. Sí en este momento quisiera poder vivir de mi pasión, tener un piso genial con balcón, tener más tiempo para entrenar, bailar, jugar, quisiera poder cocinarme cosas increíbles que sepan a la comida de mi mamá, o mejor dicho tenerla a ella y a mi familia más cerca, sí, todo eso y mucho más, pero hay que ir paso a paso, y ser consciente de lo que se tiene ahora y con lo que se puede trabajar, para ir caminando, lento pero seguro, hacia la tranquilidad mental. Darnos más amor y menos riña.

 

Hoy es duro, pero mañana será mejor.


(no lo dije yo, lo dijo el flaco 💜)



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Mi mami ochentera Me acuerdo que estaba en plena adolescencia, cuando me di cuenta de lo valiosa que era mi mami en mi vida. Fue así, de la ...

Ma, Mami, mamita, madre, mamá

15:31 Aynoa Morán 0 Comments

Mi mami ochentera


Me acuerdo que estaba en plena adolescencia, cuando me di cuenta de lo valiosa que era mi mami en mi vida. Fue así, de la nada, tenía 12/13 años. Un día me levanté y mientras desayunábamos caí en cuenta de algunas cosas; como de que a pesar de todo lo que hacía por mí a diario, yo no la abrazaba lo suficiente y no solo eso, que no le hacía saber lo mucho que la amo y lo agradecida que estoy por su existencia. Entonces empecé a abrazarla mucho, siempre, poniendo en esos abrazos exactamente todo lo que sentía por ella, queriendo que sepa sin palabras cuánto la aprecio. 


Decidí que cualquier instante era bueno para darle amor. Si iba al colegio a hacer algún trámite, yo salía corriendo a verla y estrujarla entre mis brazos, a la mañana al encontrarla preparando el desayuno, entraba rauda a la cocina y me aferraba a ella por unos segundos, aprendí también a masajearle la cabeza para calmar sus migrañas y a sobarle los piecitos, que tanto le dolían de tanto caminar. 


Cuando comencé a trabajar y la vida de adulto me tenía más tiempo fuera de casa, convertí la falta de abrazos en llamadas que le hacía en secreto a la hora de la comida, desde el teléfono de la oficina. Todos los días comía y después la llamaba, y ella me esperaba para conversar. Y por quince minutos nos poníamos al día, todos los días, incluso cuando nos quedábamos sin temas, todo podía ser una novedad entre nosotras.


A medida que fui creciendo, tenía menos tiempo para pasar con ella; recordaba entonces, sentada en el escritorio de alguna oficina, con nostalgia, esos paseos por el centro de la ciudad que solíamos hacer cuando yo estaba en la escuela, cuando la acompañaba a hacer cualquier cosa por cualquier lugar, porque sabía que al final me compraría un postre, una tartaleta de frutos rojos en ese lugar del centro tan popular por allá en los solo. Y aunque el postre era entonces lo más relevante y el tiempo juntas parecía ser solo uno más, ese sentimiento de compañía, seguridad y calma se quedó tanto en mí, que hoy a mis treintas ir al centro con mi ma a tomar un café, es de las actividades que más atesoro. Hoy soy yo la que la invita a algún postre o a algún pan, mientras nos tomamos un café en un nuevo lugar y conversamos de la vida.


Mi mami que es mi mami y es mi amiga, mi mami que sé que no es perfecta, pero que es todo lo que me hace bien en esta vida, mi mami que me ha enseñado un montón de cosas; a ver la vida de una forma, a apreciar los cafecitos, y los momentos más chiquitos, en los que lo que más importa es estar presente. Mi mami que siendo ella se ha ganado el amor de muchos y yo viéndola he aprendido lo hermoso que es abrirle tu corazón al mundo. Porque nunca la vi pensando solo en ella, o dudando antes de compartir algo conmigo o con los demás; mi mami que ha sido siempre todo dar y dar, es una madre, mujer, compañera, esposa, persona espectacular.



Y ustedes, ¿ya abrazaron a su mamá?



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Cuando nada pasa la cosa no pasa el dolor no pasa el tiempo sí que pasa, pero nada realmente pasa. Sucede que nada sucede que todo igual due...

Loop

6:30 Aynoa Morán 0 Comments


Cuando nada pasa
la cosa no pasa

el dolor

no pasa

el tiempo sí que pasa, pero

nada realmente pasa.

Sucede que nada sucede

que todo

igual duele 

que el tiempo no sana

no cura

la cura no sirve, no

la cura no es cura

y cuando te sientas a esperar a ver si pasa

te dicen tranquila que ya va a pasar

todo sigue ahí

el dolor que no pasa

nada pasa

pasa que nada pasa.

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