Mi hermana es un bicho

Cuando éramos pequeñas pensaba que eras un poco insoportable, y es que creo que sí que lo eras. Por todo hacías muecas y en todo querías est...

Cuando éramos pequeñas pensaba que eras un poco insoportable, y es que creo que sí que lo eras. Por todo hacías muecas y en todo querías estar, te robabas hasta mi cumpleaños y te gustaba ser siempre el centro de atención. No pensé que llegaríamos a ser tan unidas, no pensé que te ibas a convertir en la mejor amiga que el universo me pudo dar.


Decirte que te admiro es poco, porque lo que siento hacia ti es mucho más que eso. Creo que eres un ser mágico, como un unicornio, pero un unicornio todo terreno. Eres un ser mitológico, pero tengo la suerte de que eres real. Llevas 30 años haciendo de mi vida algo más habitable, llevas 30 años haciendo de la vida de todos los que te amamos algo mucho más intenso, divertido, inesperado, mejor. 


No voy a negar que a veces sigues siendo insoportable, porque jodes hasta que consigues lo que quieres, porque no te rindes hasta lograr lo que sea que se te haya cruzado por la cabeza, porque nos preocupas a todos cuando de repente mandas una foto trepada en un árbol en medio del manglar, o cuando llamas en la madrugada para decir que habías estado perdida en medio de un cerro, pero que ya estás bien. Eres insoportable porque no podemos pararte y eso es genial, lo eres porque sabemos que te nos escapas de las manos, porque un ser con tanta potencia no hay quién lo contenga.


Por tus 30 años quiero decirte, recordarte, que personas como tú hay pocas, que seres como tú están en peligro de extinción. Eres un bicho raro, de esos que brillan en la oscuridad, o los que además de caminar por ahí pueden volar. Quiero decirte que no dejes de ser así, que no pares nunca. Te vas a topar con miles de “peros”  y con cientos de personas mala onda que querrán ponerte obstáculos y traerte para abajo, pero tú tranquila, sigue adelante. Respira profundo, si tienes que llorar llora y después recuerda lo hermosa y valiosa que eres, lo increíble y espectacular que es toda tu existencia.


Te amo nas, feliz vida hermana mía.



Respiro

Define lugar seguro , define, gusto, calma, comodidad. Tal vez es algo como eso que se siente cuando te levantas por la mañana y hueles, des...

Define lugar seguro, define, gusto, calma, comodidad. Tal vez es algo como eso que se siente cuando te levantas por la mañana y hueles, desde la cama, el pan recién hecho por tu mamá, o el encebollado que tu papá salió a comprar a las siete de la mañana, para adelantarse a las masas. Define el placer, la paz. La quietud que llena el cuerpo cuando sabes que lo único que tienes que hacer en el día es la nada misma, nada que cocinar, nada que lavar, nada que comprar, o nadie a quién llegar a ver corriendo, porque ahora todo lo que haces lo haces corriendo, a medio vestir, habiéndote medio lavado la cara, los dientes, a medio desayunar, con el café hirviendo todavía en la mano, el que para cuando te puedas sentar a tomarlo, ya estará helado, como tu alma en ese mismo momento. Define sin definir, la felicidad. Ese instante en el que terminas de comer, y aunque te quedas con hambre, te puedes volver a servir más, porque siempre hay más y no solo eso, también hay postre y café recién hecho y galletas y otros dulces ocultos en frascos, cajones, cajas con galletas, decoraciones que no sabías que guardaban aún más dulces. Define apoyo, soporte, contención. Eso que te llena el cuerpo cuando sentada en el centro del salón escuchas el sonido de las voces de tus padres, la voz ronca, la más aguda, las risas, las frases tan familiares, las muletillas, las jergas y los consejos que nunca faltan y se escuchan entre panes, estertores de cubiertos, páginas de periódico que giran, ir y venir de platos y, el ahora reciente, sonido de notificaciones de un celular al que nunca han puesto en modo silencio.

Define todo eso, en una sola palabra. Una palabra que llega fresca como una bocanada, que llena los pulmones, como un respiro que salva. Para mí esa palabra es familia.







Mañana es mejor

Solecito en la piel Siempre me he considerado una persona fuerte, feliz y espontánea, de esas que le pone corazón a todo. Siempre he preferi...

Solecito en la piel

Siempre me he considerado una persona fuerte, feliz y espontánea, de esas que le pone corazón a todo. Siempre he preferido saltar a caminar, porque amo esa sensación de estar un segundo en el aire, esa pequeña posibilidad de levitar o volar.


Me gusta emocionarme por las pequeñas cosas; la sensación del sol en la piel fría, comprarme un pan (o dos) y sentarme en un banquito a comerlo mientras lo remojo en un café que compré para llevar, escuchar lo que dice mi papi justo antes de que cuelgue la llamada, simplemente porque no se da cuenta de que se olvidó presionar “colgar”, escribir a mano con plumas de punta gruesa, sobre papeles blancos o de líneas, pero de las que tienen mucho espacio entre ellas o comerme todo un bucket de canguil (palomitas) viendo cualquier peli (o al practicar la lloración).


Canguil for the soul

Este año se me ha venido haciendo más complicado poder disfrutar estas cosillas que me hacen sonreír, porque me he entregado un poco al trajín de la vida adulta y sus obstáculos que a veces parecieran ya ser parte del panorama. Es entonces que veo hacia atrás y me doy cuenta de que hace mucho que no me siento a hacer nada, o que ya no he dedicado los domingos a ponerme mascarillas de un euro que juro que me están ayudando a cuidar mi cara. De golpe me entra una nostalgia rara, una que añora esa época que desde este punto se ve como una que fue mejor. Pero, ¿es realmente así?

 

No lo sé Rick.

 

Hoy quiero hablar de eso, porque llevo meses con la idea de querer volver a un lugar que ya ni sé cuál es y ese deseo de retorno me ha tenido en una constante inconformidad de mi presente. Hace unos meses empecé a definir la adultez como un eterno estado de “esperar a que lo malo pase” y poco a poco adopté ese modo de pensar, sin darme cuenta de que me iba a afectar mucho, que me iba a alejar de mi versión más feliz. Por felicidad no me refiero a ese modo aletargado y de sonrisas forzadas, sino de esa Aynoa que disfrutaba de esas pequeñas cosas, la motivada, la saltarina, la musical. 

 

Quiero hablar de esto, no solo por mí, sino porque sé que somos muchos los que nos hemos encontrado ahí y creo que es importante que sepamos que, aunque con el tiempo las cosas mejoren, el verdadero cambio/mejora vendrá solo con la acción. En mi caso, la acción que tomo yo hoy es estar acá, y por fin volver a escribir sobre lo que llevo dentro ya sea en forma de historias, o escribiendo en general. Porque de todas esas satisfacciones chiquitas, escribir es mi favorita y era algo que lamentablemente también había puesto en pausa. Escribir sobre lo que se siente duele, y estaba un poco huyendo de ese dolorcito. Me cansé un poco de tanta huida y decido volverme sentar.

 

Aunque aún sienta que la vida pesa y que me lleva lenta, estoy aprendiendo a avanzar de esta manera, a dejar de ser tan dura conmigo misma y a entender que lo que importa es lo que tengo y lo que hago hoy. Qué hago para motivarme, para sentirme mejor, qué hago para quererme a mí y el momento en el que estoy. Detenerse de verdad a pensar, en esas cosas que están ahí, que nos ayudan a avanzar. Es muy importante tratar de no abandonar esas cosas que identifiquemos como felicidad, que balanceemos la vida con ellas. Sí en este momento quisiera poder vivir de mi pasión, tener un piso genial con balcón, tener más tiempo para entrenar, bailar, jugar, quisiera poder cocinarme cosas increíbles que sepan a la comida de mi mamá, o mejor dicho tenerla a ella y a mi familia más cerca, sí, todo eso y mucho más, pero hay que ir paso a paso, y ser consciente de lo que se tiene ahora y con lo que se puede trabajar, para ir caminando, lento pero seguro, hacia la tranquilidad mental. Darnos más amor y menos riña.

 

Hoy es duro, pero mañana será mejor.


(no lo dije yo, lo dijo el flaco 💜)




Ma, Mami, mamita, madre, mamá

Mi mami ochentera Me acuerdo que estaba en plena adolescencia, cuando me di cuenta de lo valiosa que era mi mami en mi vida. Fue así, de la ...

Mi mami ochentera


Me acuerdo que estaba en plena adolescencia, cuando me di cuenta de lo valiosa que era mi mami en mi vida. Fue así, de la nada, tenía 12/13 años. Un día me levanté y mientras desayunábamos caí en cuenta de algunas cosas; como de que a pesar de todo lo que hacía por mí a diario, yo no la abrazaba lo suficiente y no solo eso, que no le hacía saber lo mucho que la amo y lo agradecida que estoy por su existencia. Entonces empecé a abrazarla mucho, siempre, poniendo en esos abrazos exactamente todo lo que sentía por ella, queriendo que sepa sin palabras cuánto la aprecio. 


Decidí que cualquier instante era bueno para darle amor. Si iba al colegio a hacer algún trámite, yo salía corriendo a verla y estrujarla entre mis brazos, a la mañana al encontrarla preparando el desayuno, entraba rauda a la cocina y me aferraba a ella por unos segundos, aprendí también a masajearle la cabeza para calmar sus migrañas y a sobarle los piecitos, que tanto le dolían de tanto caminar. 


Cuando comencé a trabajar y la vida de adulto me tenía más tiempo fuera de casa, convertí la falta de abrazos en llamadas que le hacía en secreto a la hora de la comida, desde el teléfono de la oficina. Todos los días comía y después la llamaba, y ella me esperaba para conversar. Y por quince minutos nos poníamos al día, todos los días, incluso cuando nos quedábamos sin temas, todo podía ser una novedad entre nosotras.


A medida que fui creciendo, tenía menos tiempo para pasar con ella; recordaba entonces, sentada en el escritorio de alguna oficina, con nostalgia, esos paseos por el centro de la ciudad que solíamos hacer cuando yo estaba en la escuela, cuando la acompañaba a hacer cualquier cosa por cualquier lugar, porque sabía que al final me compraría un postre, una tartaleta de frutos rojos en ese lugar del centro tan popular por allá en los solo. Y aunque el postre era entonces lo más relevante y el tiempo juntas parecía ser solo uno más, ese sentimiento de compañía, seguridad y calma se quedó tanto en mí, que hoy a mis treintas ir al centro con mi ma a tomar un café, es de las actividades que más atesoro. Hoy soy yo la que la invita a algún postre o a algún pan, mientras nos tomamos un café en un nuevo lugar y conversamos de la vida.


Mi mami que es mi mami y es mi amiga, mi mami que sé que no es perfecta, pero que es todo lo que me hace bien en esta vida, mi mami que me ha enseñado un montón de cosas; a ver la vida de una forma, a apreciar los cafecitos, y los momentos más chiquitos, en los que lo que más importa es estar presente. Mi mami que siendo ella se ha ganado el amor de muchos y yo viéndola he aprendido lo hermoso que es abrirle tu corazón al mundo. Porque nunca la vi pensando solo en ella, o dudando antes de compartir algo conmigo o con los demás; mi mami que ha sido siempre todo dar y dar, es una madre, mujer, compañera, esposa, persona espectacular.



Y ustedes, ¿ya abrazaron a su mamá?




Loop

Cuando nada pasa la cosa no pasa el dolor no pasa el tiempo sí que pasa, pero nada realmente pasa. Sucede que nada sucede que todo igual due...


Cuando nada pasa
la cosa no pasa

el dolor

no pasa

el tiempo sí que pasa, pero

nada realmente pasa.

Sucede que nada sucede

que todo

igual duele 

que el tiempo no sana

no cura

la cura no sirve, no

la cura no es cura

y cuando te sientas a esperar a ver si pasa

te dicen tranquila que ya va a pasar

todo sigue ahí

el dolor que no pasa

nada pasa

pasa que nada pasa.


¡2020, qué año!

Estos días me la he pasado desmenuzando el año (inserte aquí gesto de desmenuzar con las manos), solo porque me negaba a pensar que este hab...

Estos días me la he pasado desmenuzando el año (inserte aquí gesto de desmenuzar con las manos), solo porque me negaba a pensar que este había sido por completo un año de mierda. A pesar de todo quería poder rescatar algo, ver la luz al final del túnel, poder hablar alguna vez del 2020 y no decir “qué mierda de año”, o bueno tal vez sí decirlo pero poder acompañarlo con un “bueno, pero también…” y creo, que luego de todo, lo he conseguido.

Sí, recordaré el 2020 como el año que me sacudió toda, que me encerró en casa, pero me abrió la cabeza, el año de ser valiente, y de incomodarse, el año de los nuevos rituales y costumbres, el año que nos hizo apreciar los pequeños momentos, a la gente que tenemos, el valor de los abrazos, el poder de los besos, el año para ser pacientes y sobre todo recursivos, un año que me puso a luchar con mis grandes miedos cada día, y que me hizo darme cuenta de lo cortita que es la vida, de lo frágiles que somos los seres humanos, de lo tonto que es no disfrutar cada pequeña victoria que te da el universo.

Y es que, si lo veo de manera general, claro que pareciera que ha sido un año de mierda, pero pedazo a pedazo pude rescatar cosas las cosas buenas por las que hoy estoy agradecida.

Pude disfrutar de mis padres, hace años que no estaba tanto tiempo con ellos, comiendo juntos tres veces al día, hablándoles de todo, leyendo la prensa juntos, asustándonos juntos, riéndonos, discutiendo, pero siempre juntos, y no porque la casa sea chica sino porque nos gustaba sentirnos cerca.

Me, myself and I. Una de las mejores cosas que me llevó de este año, es poder apreciar la soledad, el tiempo sola, el silencio de mi habitación antes de ir a la cama, las meditaciones de las mañanas, las conversaciones con las voces de mi cabeza (no estoy loca lo juro). Aunque la soledad asusta, hoy la aprecio un poco más.

Dejé de saborear. Y es que no fue hasta que perdí el gusto por 14 días (f*ck u virus), que pude valorar lo delicioso que es comer, lo hermoso que es poder tomar un sorbo de café y sacarle cada nota. Perder el gusto y recuperarlo, me hizo volver a vivir.

Me enamoré, fracasé y me volví a enamorar. Y aunque esos amores ya son historias, creo que me gusta la idea de recordar, que a pesar de la adversidad puse mi corazón a latir una vez más (cries in spanish).

Mandé el mensaje. Sí como para tachar de una lista de To dos de todo millennial, este año fue el verídico YOLO y me arriesgué ¿Valió la pena? pues, aunque eso tampoco salió según el plan, creo que sacarte el what if es lo mejor de todo.

Retomé el yoga y se convirtió en mi gran nuevo amor. ¿Y qué mejor que enamorarte de algo que te hace sentir tan genial? El yoga me salvó y me regresó a la calma, luego de tantos días de tempestad. Namaste.

Sobre todo, me di horas al día para disfrutar de cosas que me hacen feliz. Leí cuando quise, vi pelis sola y con gente por videollamada, vi conciertos online y brindé por zoom, tomé buen café y hasta probé el café Dalgona que se puso de moda, seguí tendencias y otras no, toqué el ukelele y lo hice una costumbre, salí a caminar con mi mamá solo por el placer de conversar de la vida con ella. Me di momentitos de felicidad que sumados son una gran alegría.

Lo sé, no puedo decir que fue un gran año, tampoco puedo dejar de apreciar y agradecer por cada una de estas cosas. Sé que ha sido muy duro, y que lo sigue siendo, pero yo no quiero odiarlo, no quiero ver el 2020 y solo querer quemarlo. Voy a quemarlo, sin duda, pero primero lo voy a encarar, le sacaré las cosas buenas y lo dejaré atrás.

¿Y ustedes, qué van a rescatar?



Extrañar

Era raro, tenía esta sensación terrible en alguna parte del cuerpo, una que no podía ubicar, así como cuando te empieza a picar la m...



Era raro, tenía esta sensación terrible en alguna parte del cuerpo, una que no podía ubicar, así como cuando te empieza a picar la mano y al rascarte te das cuenta de que el picor no viene de ahí, si no de alguna otra zona, por más que lo intentas no logras darle fin a esa picazón, y no te queda más que esperar a que ese tormentoso momento acabe. Así.
Quise culpar a las pocas horas de sueño que había tenido durante toda la semana, pero el insomnio siempre ha sido algo normal en mi vida, por lo que lo descarté rápidamente. 
Había pasado poco desde el día en que lo dejamos, pensé en tu ausencia, pero no creí que una falta pudiera ocasionar un mal físico tan real, ahora me arrepiento de mi incredulidad.

Me fijé que poco a poco iba perdiendo peso, al principio me alegré al ver que esas libras que me sobraban iban desapareciendo, pero luego, cuando empecé a sentir mis costillas, fue cuando me comencé a preocupar.
No había dejado de comer, tal vez le bajé un poco a los carbohidratos por las noches, pero no mucho más. Sí, me sentía triste y lloraba a cántaros, pero que yo sepa el llanto no adelgaza y la tristeza no va adherida a ningún régimen nutricional.

Entonces lo noté. Ayer en la mañana luego de la desganada rutina de gimnasio que me obligo a hacer cada día, ahí estaba, un hueco pequeñito en la mitad de todo mi pecho.
No era tan grande como para que me asustara de inmediato, pero tampoco tan pequeño, decidí ignorarlo por un rato, hasta que me di cuenta de que iba creciendo diariamente.
Primero fue fácil disimularlo: ropa holgada, sonrisas fingidas, cambios de tema abruptos ni bien alguien lo percibía, nada que con una buena estrategia no se pudiera tapar.
El problema fue cuando se empezaron a salir las cosas, o mejor dicho cuando se negaron a entrar. Comer se convirtió en un martirio y ni se hable de los ataques de ansiedad; tener un hueco en el pecho es un trabajito, y más si intentas que nadie lo vea.

Cada vez que te pienso, crece un poco más el hueco, pero no lo puedo evitar. Yo intento y tú rebelde te apareces en mis sueños, yo solo me despierto y veo que la circunferencia es más y más grande y que los límites de mi cuerpo serán alcanzados dentro de poco, llevándome a la pronta extinción.
El médico y el psicólogo me recetaron tiempo y en eso estoy trabajando. Descubrí que los días en los que no te extraño el hueco se mantiene, como siempre duele, pero al menos no crece. Ya me he acostumbrado a llevarlo debajo de cada atuendo y hemos logrado convivir con la cantidad de dolor precisa para que solo crezca un poquito cada mes. Según mis cálculos me consumirá completamente en agosto, lo bueno es que al menos tendré otro verano.