Estos días me la he pasado desmenuzando el año (inserte aquí gesto de desmenuzar con las manos), solo porque me negaba a pensar que este hab...

¡2020, qué año!

19:37 Aynoa Morán 0 Comments

Estos días me la he pasado desmenuzando el año (inserte aquí gesto de desmenuzar con las manos), solo porque me negaba a pensar que este había sido por completo un año de mierda. A pesar de todo quería poder rescatar algo, ver la luz al final del túnel, poder hablar alguna vez del 2020 y no decir “qué mierda de año”, o bueno tal vez sí decirlo pero poder acompañarlo con un “bueno, pero también…” y creo, que luego de todo, lo he conseguido.

Sí, recordaré el 2020 como el año que me sacudió toda, que me encerró en casa, pero me abrió la cabeza, el año de ser valiente, y de incomodarse, el año de los nuevos rituales y costumbres, el año que nos hizo apreciar los pequeños momentos, a la gente que tenemos, el valor de los abrazos, el poder de los besos, el año para ser pacientes y sobre todo recursivos, un año que me puso a luchar con mis grandes miedos cada día, y que me hizo darme cuenta de lo cortita que es la vida, de lo frágiles que somos los seres humanos, de lo tonto que es no disfrutar cada pequeña victoria que te da el universo.

Y es que, si lo veo de manera general, claro que pareciera que ha sido un año de mierda, pero pedazo a pedazo pude rescatar cosas las cosas buenas por las que hoy estoy agradecida.

Pude disfrutar de mis padres, hace años que no estaba tanto tiempo con ellos, comiendo juntos tres veces al día, hablándoles de todo, leyendo la prensa juntos, asustándonos juntos, riéndonos, discutiendo, pero siempre juntos, y no porque la casa sea chica sino porque nos gustaba sentirnos cerca.

Me, myself and I. Una de las mejores cosas que me llevó de este año, es poder apreciar la soledad, el tiempo sola, el silencio de mi habitación antes de ir a la cama, las meditaciones de las mañanas, las conversaciones con las voces de mi cabeza (no estoy loca lo juro). Aunque la soledad asusta, hoy la aprecio un poco más.

Dejé de saborear. Y es que no fue hasta que perdí el gusto por 14 días (f*ck u virus), que pude valorar lo delicioso que es comer, lo hermoso que es poder tomar un sorbo de café y sacarle cada nota. Perder el gusto y recuperarlo, me hizo volver a vivir.

Me enamoré, fracasé y me volví a enamorar. Y aunque esos amores ya son historias, creo que me gusta la idea de recordar, que a pesar de la adversidad puse mi corazón a latir una vez más (cries in spanish).

Mandé el mensaje. Sí como para tachar de una lista de To dos de todo millennial, este año fue el verídico YOLO y me arriesgué ¿Valió la pena? pues, aunque eso tampoco salió según el plan, creo que sacarte el what if es lo mejor de todo.

Retomé el yoga y se convirtió en mi gran nuevo amor. ¿Y qué mejor que enamorarte de algo que te hace sentir tan genial? El yoga me salvó y me regresó a la calma, luego de tantos días de tempestad. Namaste.

Sobre todo, me di horas al día para disfrutar de cosas que me hacen feliz. Leí cuando quise, vi pelis sola y con gente por videollamada, vi conciertos online y brindé por zoom, tomé buen café y hasta probé el café Dalgona que se puso de moda, seguí tendencias y otras no, toqué el ukelele y lo hice una costumbre, salí a caminar con mi mamá solo por el placer de conversar de la vida con ella. Me di momentitos de felicidad que sumados son una gran alegría.

Lo sé, no puedo decir que fue un gran año, tampoco puedo dejar de apreciar y agradecer por cada una de estas cosas. Sé que ha sido muy duro, y que lo sigue siendo, pero yo no quiero odiarlo, no quiero ver el 2020 y solo querer quemarlo. Voy a quemarlo, sin duda, pero primero lo voy a encarar, le sacaré las cosas buenas y lo dejaré atrás.

¿Y ustedes, qué van a rescatar?


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