Una vez más se detuvo antes de llevar a cabo su plan. Aunque había ya tomado el impulso y tenía todo lo que necesitaba para evitar cual...

Ganas

12:37 Aynoa Morán 1 Comments


Una vez más se detuvo antes de llevar a cabo su plan. Aunque había ya tomado el impulso y tenía todo lo que necesitaba para evitar cualquier error, justo antes de lograrlo frenó a raya y soltando una tímida risa nerviosa, respiró aliviado. Aquella sombra turbia que lo acompaña a todos lados se posó en sus hombros a tiempo, le dio una palmadita de reafirmación en la espalda y lo llevó de vuelta al lugar de siempre. 
Esta vez había estado muy cerca, pero ni él no sabía. La culpa en esta ocasión se la atribuyó al mal tiempo, a esa nube negra que indicaba que la lluvia podía empezar en cualquier momento, sin previo aviso, y él, justo no llevaba paraguas, y además se había puesto el traje caro de ocasión; hubiese sido toda una calamidad. Sí, esa nube fue la que lo hizo pensar dos veces y por la que era mejor volver a casa. Ya sería la próxima vez, esa siguiente vez, sí.
Se puso el pijama de todos los jueves y se metió a la cama —que no se te olviden las medias— le susurró su oscura compañera al oído, mientras con sus escurridizas garras le empezó a acomodar la sábana alrededor del cuerpo. Él, obediente, siguió las rutinas de siempre para evitar cualquier imprevisto, se arropó hasta la cabeza y cerró los ojos. Todo al pie de la letra, manos apretadas contra el pecho, cuerpo contraído, posición fetal. 
Algunas noches, entre dormido y despierto, se le dibuja una sonrisa involuntaria al acordarse del suceso, le cosquillean las manos y se pregunta inquieto, qué pudo pasar… pero luego con un empujoncito de su gélido guardaespaldas, recobra la compostura y sigue contando en orden sus ovejas. Sería terrible que por puro descuido perdiera la cuenta y eso, eso sí que sería fatal.
1, 2 , 3, 4…

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