Te dejas llevar por el impulso del cuerpo, por los viejos modales de la infancia que te lideran, te inclinas un poco en señal de s...

Rituales

8:58 Aynoa Morán 0 Comments



Te dejas llevar por el impulso del cuerpo, por los viejos modales de la infancia que te lideran, te inclinas un poco en señal de saludo, y justo cuando estás a punto de dar la mejilla sin saber qué más hacer, algo te frena de golpe; la mano firme contundente estirada frente a ti. Te cae como balde de agua, cachetada punzante, y establece la distancia prudente que te advierte que todavía, solo todavía, no hay la confianza suficiente para besar. Reacción rápida y dos segundos más tarde te encuentras en medio del apretón. Entonces se descifran; que si es muy suave, que si gira la mano hacia esta o aquella dirección, que si está sudada, o si es raposa, o muy velluda; te acuerdas de las clases de semiótica y retumba en tu mente “todo comunica”. Se te vienen a la mente los dimes y diretes de la sociedad, esos que encasillan a media humanidad, y te entra un profundo y tonto miedo de hacerlo mal, porque de alguna u otra forma algo siempre está mal. Sin duda no te habías dado cuenta de lo complicado que puede ser saludar a un completo extraño. 
A veces es muy fácil, las dos partes parecieran estar de acuerdo: ambas manos se estiran en sincronía, un apretón modesto y ya cada uno por su camino. Pero casi siempre reinarán esas otras ocasiones, en las que sin pensarlo te llegas a adentrar en un extraño ritual, en el que dubitativa estiras y recoges las manos, o tal vez decidida sacas los labios esbozando un beso que se pasma antes de tiempo. Vas hacia un lado, hacia el otro, abres los brazos, chocan torpes los cuerpos, eres parte de una danza que no te enorgullece liderar. 
¿Pero cómo, cómo aprender todos los benditos códigos de cordialidad? peor si a medida que pasan los años, descubres que cada grupo, cada tribu tienen su propio ritual y te entra esa pequeña desesperación de la no-pertenencia, cuando sin saberlo no respondiste al golpe de puños, o al high five que los demás esperaban con normalidad. Y ni empecemos con los besos ¿uno, dos, tres… cuatro? ¿son realmente necesarios tantos besos? pareciera que la gente necesita romper la barrera de lo íntimo, porque claro que luego del tercer beso ya no hay nada que perder y ¿quién dijo miedo, no?
Te has dado cuenta de que no hay escape, y que la respuesta es entregarse sin más, prepararse para el próximo ritual de cordialidad, para otro de esos momentos incómodos que luchas por entender quién se dignó en inventar.

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