Cuando compraste el tacho de basura para tu casa, porque en alguna de nuestras conversaciones noctámbulas te lo sugerí, lo supe. Luego ...

Hábitat

7:30 Aynoa Morán 0 Comments


Cuando compraste el tacho de basura para tu casa, porque en alguna de nuestras conversaciones noctámbulas te lo sugerí, lo supe. Luego fueron apareciendo más cosas: la repisa en la que decidiste tendría que poner todos mis tereques, el cajón nuevo que ubicaste justo del lado de la cama que escogí cada noche, la mesita de estar que pusiste frente a la tele, porque sabes cuanto me gusta desayunar con las noticias de fondo, los cojines que eran más míos que tuyos desde que llegaron y que estaban diseñados con colores que combinaban con mi ropa, mis cosas, mi vida. Con sigilo metiste tus llaves en mi cartera (llavero de mi gusto incluido), para que pensara que siempre estuvieron dando vueltas por ahí.

Sin darme cuenta me fui acomodando, acoplando, quedando. 

Al llegar a casa me encuentras envuelta entre sábanas, y observo desde algún hueco, cómo te sacas las capas que parecieran darte un inmenso calor. Y yo, completamente adaptada a mi nuevo ambiente, me muevo tranquila por los distintos espacios de la casa. 
No recuerdo ahora cómo era todo antes de estar aquí y creo que ya no tiene importancia, te miro mientras empiezas a armar algo que me resulta familiar; al terminar me dices con expresión cálida - tal como te gusta - feliz, me hago un ovillo a tu lado y sonrío al reconocer el clóset que alguna vez tuve en algún antiguo piso. Y así, acostumbrada una vez más, decido a habitar el conveniente espacio, que como buen estratega que eres, has creado para mí y para nuestro nuevo amar. 

0 comentarios: