Cierras los ojos y la adrenalina se desborda de tu cuerpo, te tiembla hasta el dedo meñique, no te puedes concentrar; sigues pensando en l...

Adicciones

22:51 Aynoa Morán 0 Comments

Cierras los ojos y la adrenalina se desborda de tu cuerpo, te tiembla hasta el dedo meñique, no te puedes concentrar; sigues pensando en lo mucho que lo puedes disfrutar, pero al mismo tiempo pasan por tu mente todos los malos pensamientos: Los pesimistas, los oscuros, los cobardes, esos que te daban cuando sabías que tenías que contarle a tu papá sobre ese cero seis que te sacaste en estadística... Se te empapan las manos.

Te sueltas el pelo, te lo vuelves a recoger, ya no sabes qué es mejor para este momento; sudas frío, tienes calor, te desabotonas la blusa y empiezas a subir. El viento te da en la cara, estás lista para gritar ¿Y ese hormigueo en la panza? Ya no sabes bien hacia donde mirar. Juegas con tus manos que están libres, te las llevas al pelo, tratando de darle un orden a tanta rebeldía. Aumentan las ganas, el miedo, las expectativas, te sueltas el pelo y no hay nada mejor que dejarse llevar. Te ahogas en gritos; el éxtasis entra en tu mente, sale por tu boca. Sabes que ya mismo acaba, pero quieres hacerlo durar, lo disfrutas al máximo, te muerdes los labios, el vértigo desaparece, sabes que a partir de ahora todo es placer. 
Todo llega a su fin y la cabeza da vueltas, el corazón palpita indiscreto, eleva tus ansias, te deja intranquila. 
Piso firme, un pequeño descanso, y vamos de nuevo. Un nuevo tipo de adicción.
Después de todo, aunque subirse a un montaña rusa no es mejor que el sexo, siempre vale la pena probar.

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