No supo qué decir luego de tal suceso. Sus manos seguían nerviosas, sus ojos y su espina dorsal también. Ella lo empujó por las escaleras, ...

Impulso

17:35 Aynoa Morán 0 Comments

No supo qué decir luego de tal suceso. Sus manos seguían nerviosas, sus ojos y su espina dorsal también. Ella lo empujó por las escaleras, la culpabilidad le corroía la mente; ella lo empujó, era culpable y sin darse cuenta el gozo hallaba un poco de espacio dentro de tanta culpa. El alarido de muerte retumbaba en su cabeza y aunque sollozaba en la vida para los demás como una sensible inocente, una pequeña risa nacía en lo más profundo de su mente.

Un empujoncito bastó para darle a su acompañante el fin, uno por pura curiosidad; fue culpa de la vocecita malvada, de ese “Qué pasaría si…”, de ese mal inocente que nos habita.

No volverá a pasar, repetía en voz alta y con desespero; en su cabeza ya danzaba los dulces pasos de la victoria, lloraba entre risas, se lamentaba victoriosa.

No volverá a pasar, repetía en su interior y revivía el suceso, el impulso coqueto, con los gritos, el forcejeo y la sonrisa que se dibujó en su rostro luego del acto, esa de la que no le hablaría nunca a nadie, más que a su almohada de vez en cuando.

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